Hoy vamos a hablar de algo que no siempre se nombra, pero que atraviesa de lleno nuestra relación con el cuerpo y la comida: el miedo a engordar y los privilegios que sostienen ese miedo.
Porque ese miedo no aparece en el vacío. Está sostenido por sistemas que otorgan o niegan derechos según el cuerpo que habitamos. Y entender esto es fundamental para sanar.
El miedo a engordar no es solo una cuestión personal
Muchas veces se habla del miedo a engordar como si fuera una experiencia puramente individual, como si fuera “irracional” o producto de baja autoestima.
Pero la realidad es que vivimos en una sociedad que castiga los cuerpos gordos. No solo desde lo estético, sino desde lo estructural: acceso a la salud, a la ropa, al trabajo, al deseo, a la movilidad…
Así que ese miedo no es irracional: es una respuesta lógica a un sistema que margina a las personas gordas.
Lo que sí podemos y debemos hacer es cuestionar ese miedo, ver de dónde viene y qué consecuencias tiene sostenerlo.
¿Quién puede “tener miedo” y quién no puede evitar ser el cuerpo temido?
Aquí entra el tema de los privilegios corporales. Tener miedo a engordar implica, en muchos casos, no vivir en un cuerpo gordo. Es decir: hay un privilegio en poder evitar (o pensar que puedes evitar) ser socialmente leído como una persona gorda.
Mientras unas personas tienen miedo a ganar peso, otras viven en cuerpos que ya han sido expulsados de muchos espacios por el hecho de ser como son.
Y aquí es donde muchas veces se genera violencia sin querer: las personas que más temen engordar suelen reproducir discursos gordófobos sin darse cuenta, reforzando el estigma hacia quienes ya lo sufren día a día.
¿Por qué tenemos tanto miedo a engordar?
La cultura de la dieta, los medios, la industria de la moda, la medicina, la publicidad… llevan décadas asociando la gordura con fracaso, enfermedad, pereza, falta de autocontrol.
Nos han enseñado que “cuidarse” es controlar el cuerpo para mantenerlo dentro de unos márgenes aceptables. Y que “dejarse” es sinónimo de engordar.
Así que el miedo a engordar no es solo miedo a un cambio físico. Es miedo a ser menos valoradas, menos deseadas, menos aceptadas.
Y cuando lo piensas desde ahí, entiendes que este miedo también es una herramienta de control, sobre todo hacia las mujeres y cuerpos feminizados.
Lo que revela el miedo a engordar sobre nuestras jerarquías
El miedo a engordar está profundamente ligado a cómo se reparten los privilegios en esta sociedad. Y esto no solo tiene que ver con la delgadez, sino con otros ejes: clase social, raza, género, capacidad, edad…
Por ejemplo: una persona blanca, delgada, con capital económico, que sigue los cánones estéticos, tendrá más margen para ser escuchada, validada y respetada, incluso si expresa miedo a engordar.
Pero ese miedo no tiene las mismas consecuencias que la discriminación sistemática que sufren las personas gordas racializadas, empobrecidas, con diversidad funcional o fuera del canon.
Y aquí la pregunta es: ¿estamos dispuestas a revisar nuestros privilegios? ¿A dejar de usar el miedo a engordar como excusa para controlar nuestros cuerpos y los de los demás?
¿Qué podemos hacer con este miedo?
No se trata de culpabilizar a nadie por sentir miedo. Se trata de entender que ese miedo tiene un contexto, y que podemos deconstruirlo desde la compasión y la conciencia crítica.
Podemos preguntarnos:
- ¿A quién le beneficia que tengamos miedo a engordar?
- ¿Qué otras cosas podríamos hacer con esa energía si no estuviéramos constantemente preocupadas por el cuerpo?
- ¿Cómo podemos dejar de replicar violencias, aunque sea sin querer?
El primer paso es escuchar otras voces, salir de la lógica de la dieta, cuestionar el sistema y empezar a cuidarnos sin violencia ni control.
El miedo a engordar no es un fallo individual. Es una consecuencia lógica de un sistema que castiga la diversidad corporal.
Pero también es una oportunidad: para revisar, para sanar, para cambiar la conversación.
Gracias por estar aquí. Si este episodio te ha removido, tómate tu tiempo. Puedes volver a escucharlo cuando lo necesites, o compartirlo con alguien que también esté en este camino.
Nos escuchamos en el próximo episodio. Tu cuerpo merece respeto, no condiciones.