En muchas recomendaciones nutricionales convencionales se repite el mismo consejo: “nunca vayas al supermercado con hambre”. Se argumenta que hacerlo puede llevar a elecciones «impulsivas», a llenar el carro de productos “no saludables” y a perder el «control» (cuando en realidad vas controlando DE MÁS). Pero en el acompañamiento nutricional desde una perspectiva no centrada en el peso que prioriza la relación con la comida, este consejo se puede cuestionar.
¿Qué pasaría si ir a comprar con hambre no fuera un error, sino una oportunidad terapéutica? Una forma de reconectar con nuestras apetencias más genuinas, de elegir alimentos que verdaderamente nos satisfacen y de desmontar el miedo a “perder el control” con la comida.
🔍 ¿Qué ocurre cuando vamos a comprar con hambre?
Cuando sentimos hambre, nuestro cuerpo nos está mandando una señal clara: necesita energía, necesita alimento. Si podemos atender esa señal sin miedo ni juicio, puede abrirse un espacio para escuchar el deseo, más allá del piloto automático o las elecciones condicionadas por la restricción.
En personas que han vivido bajo la lógica de la dieta o el control constante, volver a sentir deseo genuino por un alimento puede ser profundamente reparador. Y el supermercado, en vez de ser un campo de minas, puede convertirse en un lugar de exploración.
👉 Ir a comprar con hambre puede ayudarnos a:
- Romper con la idea de que el deseo es “peligroso”.
- Identificar alimentos que realmente nos apetecen.
- Prepararnos para futuras situaciones en las que tengamos hambre, comprando opciones que nos gusten y nos reconforten.
- Normalizar el acceso y la presencia de alimentos anteriormente “prohibidos”.
🧠 ¿Qué es la tensión por privación?
Cuando restringimos o prohibimos alimentos, generamos lo que en psicología alimentaria se conoce como “tensión por privación”: un estado en el que el solo hecho de no poder tener algo incrementa el deseo hacia ello. Este fenómeno está ampliamente documentado, sobre todo en personas con historial de dieta o alimentación restringida.
📚 En un estudio clásico de Polivy et al. (2005), se observó que las personas con alimentación restringida mostraban más deseo y consumo posterior de los alimentos que intentaban evitar, en comparación con quienes no los restringían.
Esto significa que el deseo no es “el problema”, sino que muchas veces la restricción es la que lo amplifica.
🌱 ¿Qué cambia en consulta si validamos este enfoque?
Desde una mirada nutricional centrada en el bienestar y la relación con la comida, el contexto lo cambia todo. No es lo mismo acompañar a una persona con seguridad alimentaria, acceso económico y un entorno social libre de juicios, que a otra con un historial de TCA, inseguridad alimentaria o alta carga de estigma corporal.
Validar el deseo, abrir espacio para la satisfacción y desafiar normas rígidas no es indulgencia, es parte del proceso de sanación.
📚 Referencias
- Polivy, J., Coleman, J., & Herman, C. P. (2005). The effect of deprivation on food cravings and eating behavior in restrained and unrestrained eaters. International Journal of Eating Disorders, 38(4), 301–309. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/16261600/
- Lowe, M. R., et al. (2009). Dieting and restrained eating as prospective predictors of weight gain. Frontiers in Psychology, 3, 516. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/23055966/
- Herman, C. P., & Polivy, J. (2008). External cues in the control of food intake in humans: The sensory-normative distinction. Physiology & Behavior, 94(5), 722–728. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/18539336/
🧡 En resumen…
Ir a comprar con hambre puede ser una forma de volver a casa. A casa del cuerpo, del deseo, de nuestras propias necesidades. Y también una manera de tener recursos disponibles para futuras situaciones de hambre, donde lo que compremos hoy podrá convertirse en una respuesta estupenda y satisfactoria para nuestro yo de mañana.